Domingo 12 de mayo, 1991.El escritor Pedro Sivira Reyes
dedicó la edición del suplemento “Culturales de El Nacionalista” -páginas 11,12,13
y 14-, a las madres en su día. Nos había pedido una fotografía de MAMA ANA y le
dimos una tomada por nuestro muy querido Carlos Hernández, en blanco y negro, medio perfil, con toda la fuerza expresiva de
aquel rostro que, siempre se nos aparece
hecho nube, detrás del Pariapán, detrás de los Morros.
Nos dió Sivira ese domingo, la alegría de verla en todo el esplendor de su belleza zaraceña, fundidos
perfecto los rasgos iberos y los Caribe. En la página 12, una nota nuestra
dedicada a esa mujer, MATER ET MAGISTRA. Hoy, a 26 años de aquel domingo,
utilizamos este medio para repetir cuanto entonces dijimos, página guardada con
celo por la profesora Sara Otalvaro de Fuentes, madre de muchos hijos y de muchísimos
nietos y alumnos-Esto dictaron entonces el amor y la gratitud:
SIN UNA SOLA
RAYA EN EL ALMA
El viejo mango todavía como ella, y muy a pesar de los años,
florece y carga, el anciano naranjo tampoco ha querido que lo vean rendido y
entrega tras cada floración, peloticas de azúcar. El ciruelo del tio Tino se
contagio de tanto ver vida dando vida y para estos días botas las hojas para
que sus ramas muestren en púrpura, cuanto pueden la tierra y el amor, o el amor por la tierra
Ella, sobresaliente, sobreviviente. Vivificante, amor de mi
vida llamada MAMA ANA, madre de mi padre
madre de mis hijos y madre de mis nietos, ella, Mama Ana, bajo el mango de su
Israel entre azahares y madreselvas, recuerda la Zaraza de Don Perucho
Carrizales, de José Ramón Ramírez y de su prima María Reyes Aguirre.
Ella, Mamá Ana, llegando a los noventa con un copo de nieve
por cabellos, intacto el temple y más bella la sonrisa cada día, sigue allí, bajo
el mango, contando las hojas de sus begonias, deshilvanando la madeja de
recuerdos hasta el carrete. Está conforme con todo, menos la imposibilidad de de ir cada día –como hasta
hace poco- a la tumba del hijo bienquerido.
Ella, mi madre, ha
sido y es razón, motivo y entusiasmo. Confidente y consejera de siempre Tiene
en el pecho un manantial de buen desear, entre las sienes una caja de recuerdos
y en las venosas manos-fuertes manos de una raza fuerte-, un poder mágico para
multiplicar su pan.
Mamá Ana, precursora de la fotografía a color, perdió a su
Israel hace quince años y la vida le dio a mi Israel , no para sustituir por lo
imposible, sino para compensar. Ella, bajo el mango, amor que camina hacia el
norte, dolor que se escapa callado hacia el mismo centro de la tierra, ella
niña de mis ojos, me espera para el chiste, para el beso, para la oración, o
simplemente para vernos de frente con los ojos húmedos.
Una madre-abuela intacta en sus emociones, con mil fracturas
en sus huesos y sin una sola raya en el alma, es para quien la tenga, motivo
para un brindis, y para quien la tuvo, razón para dos…
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