lunes, 15 de mayo de 2017

MAMA ANA



Domingo 12 de mayo, 1991.El escritor Pedro Sivira Reyes dedicó la edición del suplemento “Culturales de El Nacionalista” -páginas 11,12,13 y 14-, a las madres en su día. Nos había pedido una fotografía de MAMA ANA y le dimos una tomada por nuestro muy querido Carlos Hernández, en blanco y negro,  medio perfil, con toda la fuerza expresiva de aquel rostro que, siempre se nos aparece  hecho nube, detrás del Pariapán, detrás de los Morros.
Nos dió Sivira ese domingo, la alegría de verla  en todo el esplendor de su belleza zaraceña, fundidos perfecto los rasgos iberos y los Caribe. En la página 12, una nota nuestra dedicada a esa mujer, MATER ET MAGISTRA. Hoy, a 26 años de aquel domingo, utilizamos este medio para repetir cuanto entonces dijimos, página guardada con celo por la profesora Sara Otalvaro de Fuentes, madre de muchos hijos y de muchísimos nietos y alumnos-Esto dictaron entonces el amor y la gratitud:
       SIN UNA SOLA RAYA EN EL ALMA
El viejo mango todavía como ella, y muy a pesar de los años, florece y carga, el anciano naranjo tampoco ha querido que lo vean rendido y entrega tras cada floración, peloticas de azúcar. El ciruelo del tio Tino se contagio de tanto ver vida dando vida y para estos días botas las hojas para que sus ramas muestren en púrpura, cuanto pueden  la tierra y el amor, o el amor por la tierra
Ella, sobresaliente, sobreviviente. Vivificante, amor de mi vida llamada MAMA  ANA, madre de mi padre madre de mis hijos y madre de mis nietos, ella, Mama Ana, bajo el mango de su Israel entre azahares y madreselvas, recuerda la Zaraza de Don Perucho Carrizales, de José Ramón Ramírez y de su prima María Reyes Aguirre.
Ella, Mamá Ana, llegando a los noventa con un copo de nieve por cabellos, intacto el temple y más bella la sonrisa cada día, sigue allí, bajo el mango, contando las hojas de sus begonias, deshilvanando la madeja de recuerdos hasta el carrete. Está conforme con todo, menos  la imposibilidad de de ir cada día –como hasta hace poco- a la tumba del hijo bienquerido.
Ella, mi  madre, ha sido y es razón, motivo y entusiasmo. Confidente y consejera de siempre Tiene en el pecho un manantial de buen desear, entre las sienes una caja de recuerdos y en las venosas manos-fuertes manos de una raza fuerte-, un poder mágico para multiplicar su pan.
Mamá Ana, precursora de la fotografía a color, perdió a su Israel hace quince años y la vida le dio a mi Israel , no para sustituir por lo imposible, sino para compensar. Ella, bajo el mango, amor que camina hacia el norte, dolor que se escapa callado hacia el mismo centro de la tierra, ella niña de mis ojos, me espera para el chiste, para el beso, para la oración, o simplemente para vernos de frente con los ojos húmedos.

Una madre-abuela intacta en sus emociones, con mil fracturas en sus huesos y sin una sola raya en el alma, es para quien la tenga, motivo para un brindis, y para quien la tuvo, razón para dos…


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