jueves, 18 de mayo de 2017

DE CÓMO ESTUDIAMOS LLANERIA EN LAS TIERRAS DEL TIZNADOS

Ranuárez, nacido en la Zaraza de 1922, amaba llano, caballo y vaca, trilogía de la querencia de quien se precie hijo de la “La  Utopía  que cabalga entre Venezuela y Colombia”, como llama Adolfo Rodríguez  de la etnia de La Orinoquia. Ese vástago nacido del vientre de la zaraceña Ana Balza Rodriguez- prima de los Reyes- Aguirre y del  unareño Pedro Ranuárez, llegó a San Juan de los Morros cuando tenía diez años, luego de un año en Tucupido  y otro año entre Villa de Cura y Tocuyito,peleando contra el tifus, huyéndole al paludismo.
Israel, llamado en su acta de nacimiento José Israel Ranuárez Balza, estudió primaria en la Escuela Aranda de la capital guariqueña, y los dos primeros años de bachillerato en el Colegio Roscio, con Pedro Díaz Seijas, Euclides Álvarez, Clemente Pozzo, Manuel Medrano, Leoncio Corro, Juancho Heredia, entre otros. El bachillerato lo terminó en el Colegio Federal de Maracay, con el victoriano Federico Brito Figueroa y varios de sus compañeros provenientes de de Zaraza y Valle de la Pascua.
Desde niño- contaba la abuela Ana- Israel dijo que sería médico para servir a los pobres y que compraría un pedacito de tierra “para criar unos bichitos, con corral de palma y un conuquito para sembrar yuca” todo así, en diminutivo. Era algo pequeño, lo que soñaba.Pequeño en espacio físico, grande  como medio para drenar  incomprensiones.
De primero al cuarto año de medicina en la Universidad de los Andes. Pagaba ochenta bolívares por pensión con tres comidas y lavado de ropa.
Viejas cartas que la abuela conservaba, hablaban del afecto que la dueña de la pensión les profesaba. Euclides, paisano zaraceño, hijo de José Antonio y de Doña Josefita, hizo el mismo periplo de Israel: San Juan- Maracay- Mérida y Caracas. En 1949, se graduó de Médico Cirujano en la UCV. Recibió el título del guariqueño de Guayabal Julio de Armas, Rector, entonces, Ministro de Educación, después a la caída de Pérez Jiménez.
Y se vino Ranuárez a San Juan. Fue médico rural en Cantagallo, con Rogelia Mayo- sobrina del sabio Torrealba-, como enfermera. Trabajó en el campamento del MOP en Vallecito  y en el Hospital de El Sombrero. Desde 1950 estuvo en la PGV, como adjunto del Doctor R.V Pieretti hasta su muerte. Israel murió en diciembre del setenta y cuatro..
Un día del verano del año cincuenta y nueve,, entre tragos y carne asada, después de unos toros coleados en Ortiz, a Ranuárez, quien hablaba de su sueño de adquirir “ un pedacito de tierra, para unos bichitos y un conuquito”, le dijeron  que una viuda de Cañafistola, allá en el 99, posesión Marín,, colindante con El Totumo, estaba vendiendo una media legua que había  heredado, porque se iba para Caracas.
“Eso es mucha tierra” fue lo primero que  dijo, a lo que su informante le respondió:
-          Mire Doctor esa negra quiere irse lo más rápido posible. Vende barato. Pura sabana y bastante agua. Yo se la voy a mandar para que hable con ella.
Eso fue un domingo. El martes estaba tocando la puerta de la casa, una corpulenta mujer con la piel color del  ébano. Tenía la mirada viva y una risa que hablaba de antojos.
Mi papá no está le dije. Viene a las doce. Si quiera lo espera. Yo lo espero- contestó -y se sentó en el quicio  sala de espera del consultorio. Le ofrecí una silla- aluminio con nailón.
-          No confío e esas bichas- respondió viendo la silla de reojo. Y se quedó allí, hasta que legó Israel, pasadas las doce. Hablaron. No quería dinero, quería un Jeep.” Le vendo la tierra por lo que vale un jeep de agencia o usted lo compra y yo se lo cambio pelo a pelo”.
Israel la invitó a almorzar. Era una campesina de buen trato y mejores modales. Aceptó. Elogió la comida de Tere. Mi padre la invitó y se fueron. Se detuvo frente a la Casa Castillo. Un CJ 4, techo de lona estaba en exhibición, la viuda lo vio y dijo: “Esto es lo que yo quiero.”
Ranuárez compró el jeep. Ocho mil bolívares, veinticuatro meses para pagarlo, a doscientos sesenta- cada giro-, mil quinientos de inicial y un especial  en diciembre del año siguiente. Se hizo el negocio. La mujer firmó en el registro a cargo de Tulio Hurtado.
Y así comenzó la historia de nuestra vida en las tierras bañadas por el Río Tiznados y sus afluentes, caños mansos en verano, desafiantes en invierno.
En esas tierras, bajo ese cielo, en esos confines me hice llanero, porque dos son los modos de ser llanero: Nacer y quedarse, y venir para quedarse.
En las costas del  Caño Cañafístola, debajo de un frondoso mamón, Ranuárez escogió lugar para su sueño y se llevó a un penado con las tres cuartas partes de pena cumplidas, listo para pagar el resto confinado. Se llamaba Leopoldo, era corpulento, moreno, aindiado. Fundó “Los Bueyes” en casita de cinc, cocina de tres topias y un cuartico donde guardó  su maletín de lona con ropa, una biblia y la fotografía de una hija que dejó niña  en su Barinas de origen.
Desde el verano del cincuenta y nueve estuvo Leopoldo en ese rincón del mundo. Íbamos cada sábado. Ranuárez le pagaba semanal, cinco diarios, ciento cincuenta mensual, lo mismo que ganaba en la Caja de Trabajo Penitenciario, y le llevábamos comida, además de ropa y medicinas.
Una vieja escopeta Winchester calibre 16 que Fabián Antonio Zerpa le regaló a mi papá, le servía para traer del monte buena cacería. En el patio de la casa había conejos para escoger y cerca del rancho, en unos matapalos, retozaban los venados. Leopoldo sembró un conuco y daba gusto ver como llegaban los báquiros en bandada, en la mañanita.
Para llegar a Los Bueyes en verano, nos íbamos por San José, entonces Municipio del Distrito Roscio. Dieciséis kilómetros de tierra de la carretera negra hasta el pueblo. Visitábamos a Don Jorge Neder adeco entonces, dueño de hato, descendiente de Musiú Neder, comerciante que echó raíces en esos lares. En San José conocí  gente que solo olvidaremos cuando se nos borre totalmente la cinta de ese súper largo metraje. Musiú Elías y Vicente Arleo, coleadores de los buenos, el Negro Sixto Rodríguez, todo paciencia jugando dominó en su casa al lado de la iglesia o en la plaza conversando, Guzmán, encargado del negocio de esquina, propiedad de Jorge Neder, Alcides, el del bar, en la plaza El Chino, dueño del  otro bar, en la calle de entrada, frente al telégrafo Velásquez el telegrafista, Neo, hermano de Velásquez, Di Lorenzo, encargado de la planta eléctrica, Don Isaias Tabare, entre tantos.
En invierno debíamos tomar el camino de Masaguaral, mucho más lejos, pero bordeábamos el Río. En Masaguaral era un espectáculo llegar de tarde, cientos, miles de mansas reses echadas en un banco de sabanas, Hatos de Don Neptalí Donaire y Don César Rojas. En casa de los Donaire un hombre nacido en San José y llegado para quedarse toda la vida, llamado Censo, nos obsequiaba café. Censo murió hace poco, con más de ochenta años encima. Donaire era atento como ninguno. Tenía a mano siempre buena “custión” para celebrar la vida. Abierto el liquiliqui, como sus brazos. En Masaguaral conocimos a otro llanero, llamado César Rojas, con sus hijos Pedrito y César de Jesús limpiábamos  rabo en los toros  de San José. Cuantas veces el viejo Willis se quedaba pegado en el temible estero de  Espinito, César Rojas llegaba a cualquier hora del día o de la noche y nos sacaba con un tractor o con caballos.
En esos confines conocí hombres recios como el tuerto Antonio Brizuela, fallecido con más de ochenta años , casi ciego, otro bueno con un lazo en la mano, Hilario Pálima, ambos fueron encargados de “ Los Bueyes”.
En ese paraíso aprendí los secretos del llano: corral, ordeño, cacería, templar alambre, hoyar para los estantes, cortar leña, salar carne y todo cuanto un llanero sabe y debe saber sobre su mejor amigo, el caballo: ensillar, tusar, bañar, capar, alimentar. Desde Los Bueyes me venía en Rubito, un alazán criollo de buena rienda o en Garza Morena, un rucio mosquiao viejo pero con brios, hasta San José, catorce kilómetros en línea recta, por las vegas del río, saliendo a lo que es hoy Laguna de Piedra. Solito, bueno con Dios y la Virgen, con un rifle 22 que le regaló el capitán Antonio Oropeza a Ranuárez. En unos matapalos, cerca de una mata retozaban los chifles. Llegando al río, bandadas de báquiros cruzaban la pica para ir a darse vida con la alfombra de merecures maduros.
Que años mas felices aquellos cuando estudiamos llano a sabana abierta, con maestros como aquellos. La reláfica de noche, los cuentos de aparecidos, el chiste a flor de palabra, sonrisas espontáneas, miradas ingenuas, espíritus puros, expresiones inocentes, apego a su tierra, orgullo de sus ancestros. Me hice baquiano y llevaba a cazar a Don Antonio Heredia, Alfredo Zapata, Fabián Zerpa, Don Chicho Messina, Benedetto Bianco, Manolo el joyero  Y Arturo el de la zapateria Graziani.
En Los Bueyes fuimos inmensamente felices, a la hora del regreso nos invadía una tristeza solo paliada con la expresión comprensiva de Israel : “ Si quieres te quedas”. Y muchas veces nos quedábamos cazando perdices y guacharacas que había por bandadas, conejos por montón en el patio de la casa y venados con cuatro arrobas de carne. El propio paraíso terrenal, donde la soledad, el silencio, el paisaje imponente de amaneceres y atardeceres, nos permitió procesar Teorias.
En San José conocimos  a un lazo extraordinario para el cacho y . muela de orejanos, llamado Morris y en la casa del Prefecto Rafael Martínez recibimos las atenciones suyas y  de los suyos, que eran Doña Rafaela y Evelia. Evelia fue años más tarde eficientísima  secretaria taquimecanógrafa de la Universidad Rómulo Gallegos, Rectorado , varias sedes alquiladas.
En San José hicimos pandilla para irnos camino al río, por un costado del  bar de Alcides, detrás de las chivas, íbamos: Máximo Blanco, los hijos del Sixto, Héctor Modesto mayor que nosotros, Torogacho, contemporáneo y Giovani, menor unos años. Iban también los Castro, Emilio y Ciro; los Neder, Omar y Yayo; los Rojas Pedrito y Cesar de Jesús. Dos de lo Donaire, El Negro y Angelito .Con la voz y la guitarra de Angel y poemas que nos declamábamos, dábamos serenatas a las muchachas del pueblo, quienes  nos obsequiaban sus sonrisas tímidas por los postigos entreabiertos en emocionada gratitud, luna iluminando nuestros pasos adolescentes, todo pasión por tierra, cielo, mujer y caballo.
De Masaguaral hacia la derecha el hato El Samán de los hermanos Rojas, diminutos de cuerpo, gigantes de corazón. Recuerdo aquellos brazos pequeñitos y robustos, siempre saludando de Alejandrito, de Pedrito y de Macario.
La gente de Tiznados hablaba, habla y hablará con voz nasal, aguda, como los llaneros d Cojedes y dicen cámara y camarita como los de Apure, echan cuentos como los de Barinas y dan mucho sin pedir nada como todo llanero de este llano de Colombia y Venezuela que es uno solo.
En Guaitoco había un hombre llamado Adolfo Ortega que no era de por allí, pero se cogió para él solo todo ese llano, y andaba en un rucio paraulato muy brioso con una totuma llena de sangre que se la bebía como agua, mascando viriles de chivo y de toro para su propia virilidad. Parecía de otro mundo. Era en verdad de otro mundo, kaki, botas cazadoras y sombrero alón. Salía del monte como un fantasma, de repente, y se le atravesaba a uno en mitad del camino con aquellos ojos perdidos y una enigmática sonrisa como no he vuelto a ver otra.
Tiznados, Tiznados, tierra buena para hacer crecer semillas, emociones, ilusiones y pasiones, confines que hacían pensar a uno que aquello era todo, un mundo que comenzaba en Ortiz, en las paradas que hacíamos en la bodega de Santana Trujillo y Doña Adela, a la derecha de aquí para allá y en la de Nicanor Rodriguez a la derecha también, de allá para acá. Tierra que aprendimos a amar a medida que la conocíamos, que aprendimos a conocer a medida que la recorríamos, llegando siempre al mismo lugar como quien camina en redondo, como en un mundo más pequeño dentro del gran mundo, como en el Acento de Cabalgadura de Enrique Mujica, cuyos padres y tíos iban con nosotros a nuestro paraíso  familiar, porque todos éramos familia, incluidos aquellos, Dámaso y Rafaelito que jinetearon en pelo a sabana abierta, incluido Leopoldo, el preso redimido que fundó Los Bueyes, en aquel asiento viejo, bajo un mamón, y construyo la casa de cinc donde leímos El Capital de Marx, La Guerra y la Paz de Tolstoi, El Delirio sobre el Chimborazo de Bolívar , las Cartas entre Bolívar y Sucre, y los Veinte Poemas de Amor de Neruda, entre tantos libros que allí devoramos.
Nos fuimos a Barquisimeto a estudiar, Ranuárez se enfermó con una neuritis diabética y quien lo acompañaba para Los Bueyes, un hijo de Gumersinda  Gómez llamado Oscar, murió arrollado en la salida hacia Los Llanos por una camioneta conducida por un borracho. En veinticinco mil bolívares de los viejos fue vendida la media legua con casa, corral, vacas, un toro padrote llamado Calabozo, pozo profundo, bomba a gasolina, tanque australiano, rifle, escopeta, el antiguo tractor agrícola que fue de Fabián Zerpa el viejo, con rastra y todo. En la venta de la alcancía sin fondo estaban incluidos también Rubito y Garza Morena, mis mas fieles compañeros, dos caballos que para ser gente solo les faltaba hablar por la boca, porque con los ojos y las orejas,clarito me lo decían todo.
El comprador de los bueyes fue un isleño de Canarias llamado Evelio, trabajó de sol a sol, sembró las vegas frente a Laguna e’ Piedra y terminó la historia de Los Bueyes cuando unos desalmados lo torturaron y asesinaron para quitarle el fruto monetario de su trabajo de guanche apegado a la tierra.
Quedan hasta la última neurona útil estos recuerdos de un tiempo feliz en la escuela donde estudiamos llanería y obtuvimos el honroso certificado de aprendiz. Suficiente para aspirar dormir donde despertamos.


Argenis Ranuárez, Ortiz, agosto  24,2013

Descarga del libro ·Un Llanero Ejemplar", biografía del Dr. Israel Ranuárez Balza

Un Llanero Ejemplar

lunes, 15 de mayo de 2017

MAMA ANA



Domingo 12 de mayo, 1991.El escritor Pedro Sivira Reyes dedicó la edición del suplemento “Culturales de El Nacionalista” -páginas 11,12,13 y 14-, a las madres en su día. Nos había pedido una fotografía de MAMA ANA y le dimos una tomada por nuestro muy querido Carlos Hernández, en blanco y negro,  medio perfil, con toda la fuerza expresiva de aquel rostro que, siempre se nos aparece  hecho nube, detrás del Pariapán, detrás de los Morros.
Nos dió Sivira ese domingo, la alegría de verla  en todo el esplendor de su belleza zaraceña, fundidos perfecto los rasgos iberos y los Caribe. En la página 12, una nota nuestra dedicada a esa mujer, MATER ET MAGISTRA. Hoy, a 26 años de aquel domingo, utilizamos este medio para repetir cuanto entonces dijimos, página guardada con celo por la profesora Sara Otalvaro de Fuentes, madre de muchos hijos y de muchísimos nietos y alumnos-Esto dictaron entonces el amor y la gratitud:
       SIN UNA SOLA RAYA EN EL ALMA
El viejo mango todavía como ella, y muy a pesar de los años, florece y carga, el anciano naranjo tampoco ha querido que lo vean rendido y entrega tras cada floración, peloticas de azúcar. El ciruelo del tio Tino se contagio de tanto ver vida dando vida y para estos días botas las hojas para que sus ramas muestren en púrpura, cuanto pueden  la tierra y el amor, o el amor por la tierra
Ella, sobresaliente, sobreviviente. Vivificante, amor de mi vida llamada MAMA  ANA, madre de mi padre madre de mis hijos y madre de mis nietos, ella, Mama Ana, bajo el mango de su Israel entre azahares y madreselvas, recuerda la Zaraza de Don Perucho Carrizales, de José Ramón Ramírez y de su prima María Reyes Aguirre.
Ella, Mamá Ana, llegando a los noventa con un copo de nieve por cabellos, intacto el temple y más bella la sonrisa cada día, sigue allí, bajo el mango, contando las hojas de sus begonias, deshilvanando la madeja de recuerdos hasta el carrete. Está conforme con todo, menos  la imposibilidad de de ir cada día –como hasta hace poco- a la tumba del hijo bienquerido.
Ella, mi  madre, ha sido y es razón, motivo y entusiasmo. Confidente y consejera de siempre Tiene en el pecho un manantial de buen desear, entre las sienes una caja de recuerdos y en las venosas manos-fuertes manos de una raza fuerte-, un poder mágico para multiplicar su pan.
Mamá Ana, precursora de la fotografía a color, perdió a su Israel hace quince años y la vida le dio a mi Israel , no para sustituir por lo imposible, sino para compensar. Ella, bajo el mango, amor que camina hacia el norte, dolor que se escapa callado hacia el mismo centro de la tierra, ella niña de mis ojos, me espera para el chiste, para el beso, para la oración, o simplemente para vernos de frente con los ojos húmedos.

Una madre-abuela intacta en sus emociones, con mil fracturas en sus huesos y sin una sola raya en el alma, es para quien la tenga, motivo para un brindis, y para quien la tuvo, razón para dos…


jueves, 11 de mayo de 2017

ALÍ, SIMPLEMENTE ALÍ…



¿Qué se puede añadir sobre este personaje magnífico, a  lo que uno ya ha dicho durante más de cuarenta años?
Alí Almeida es tal vez el último Sanjuanero nacido, criado y quedado aquí para siempre, de los que aman a su Valle y le cantan, le escriben y cuentan sobre un ayer de vida bucólica, de expresiones románticas, de sueños y ensueños.
Mucho hemos hablado sobre este Hombre a quien amamos como a un padre, tratamos como al mejor amigo y con quien hemos compartido ideas y tragos. Hemos sido protagonistas de historias dentro de la Historia de la Comarca de los Morros, hemos compartido el dolor de la quema de nuestros cerros y la alegría de todo cuanto avance o progreso ha llegado.
Alí Almeida es un emblema del pueblo y de la ciudad. Nacido en 1927, forma parte de la generación que se formó en la Escuela ARANDA, dirigida por el Profesor Antonio Miguel Martínez, presente siempre en el recuerdo del poeta Almeida. El Liceo Juan Germán Roscio lo tuvo entre sus mejores alumnos junto a Mercedes Quero, Juan Ubaldino Zerpa, Guillermo Veitía y Carlos Sócrates Tovar, entre otros. No es posible referirse al movimiento cultural de los años cuarenta, sin mencionar el nombre de un joven introvertido que escribía poemas de amor, redactaba periódicos ocasionales, animaba programas y transmitía informaciones a través de un equipo de sonido en el Centro Cultural PRO-PATRIA.
Un hombre de espléndida sencillez, de vida familiar, incondicional con sus amigos, amante del cine de todos los tiempos, pionero del periodismo moderno que se abrió paso entre lo meramente político y literario, para darle a la noticia su justo valor y lugar. Almeida es un fino poeta cuya obra está dispersa en periódicos de ayer, un honesto periodista que rinde culto a la verdad y que ejerce todavía a los setenta y siete años, con la frescura y el vigor de hace medio siglo.
De esa fuente hemos bebido durante los últimos treinta y cinco años. Tenerlo como Maestro de dignidad es un honor,  un privilegio y un placer inmenso. Almeida es un hombre respetable y respetado, porque en su ejercicio profesional ha sabido decir verdades, denunciar problemas y plantear situaciones, sin ofender, con el respeto que Instituciones y personas merecen. Cree en el honor y lo asocia a la virtud. Sindéresis, Síntesis y Sintaxis magistralmente manejadas en cada expresión hablada o escrita, constituyen la mágica fórmula para haber triunfado como orfebre de la palabra.
Cerca de tres décadas llevábamos pidiéndole parte de su creación poética y cuentística, poco conocidas por las nuevas generaciones. Ni forma ni manera. Almeida es reacio a todo cuanto signifique promoción o publicidad. Concibe la creación simplemente como una expresión del espíritu y nada le importa el valor estético que pueda tener su obra, realizada sin fines literarios.
Alí Almeida es una Institución. Su elevado concepto de la amistad, del trabajo y de la familia lo hacen una RARA AVIS. Desprendido de lo material, constante en su posición de lucha por la conservación del ambiente, el rescate de las tradiciones, curtido en lides de planteamiento serio de los problemas locales, nacionales o internacionales sin ser desmentido en sus apreciaciones. Escribir ha sido parte de su vida. Escribir lo importante y lo trascendente de aquí, de allá y de más allá. Todo con un gran sentido pedagógico, sin altisonancias ni desentonos, con la palabra como Instrumento de exquisito concierto, como herramienta para fábrica de ideas y como única arma para combatir a la mentira.
Luego de muchos años, hacemos cristalizar al fin nuestro empeño por ofrecer una muestra de la obra literaria del hijo del Morro. Son tres cuentos en los cuales realismo, realismo fantástico y realismo mágico se toman de la mano para plantear la vida propia, la de los amigos y la de un personaje nacido de su inventiva. A nuestro entender, esos cuentos, los trece poemas, la canción a Isaías Flores y los pensamientos que ofrecemos, tienen un altísimo valor que debe ser conocido por las generaciones presentes. Incluimos una valiosa opinión del escritor Pedro Sivira Reyes, entrañable amigo de Almeida, sobre el poema “GLOSA A PLATERO Y JUAN RAMÓN”, una entrevista realizada por los alumnos Auroney Sotomayor y Jhonathan Torres, integrantes del Club de Periodismo del Liceo Juan Germán Roscio, que se honra con el nombre de “ALÍ ALMEIDA”, bien llamado LA HISTORIA VIVA DEL PERIODISMO GUARIQUEÑO.
Hay otras facetas de la vida del poeta, que no se incluyen en el presente trabajo. Almeida es crítico de cine y como tal fue co-fundador de la Asociación Venezolana que a mediados de los cincuenta se fundó en Caracas. Es caricaturista, fundó y dirigió EL MORRO, quincenario que circuló en San Juan entre marzo de 1958 y junio del 60. Fue funcionario del Instituto Nacional de Obras Sanitarias hasta su jubilación, integró el equipo de redactores de EL GUARIQUEÑO a mediodía de los cincuenta y de CAMPO DEPORTIVO, a finales de los sesenta. Mantiene una columna de opinión en EL NACIONALISTA, titulada DESDE EL AEROPUERTO, desde hace varios años y es quien ha llevado al día la historia de la aviación en la capital del Guárico.
Cada mañana, esa figura menuda se desplaza lenta desde su casa en la calle Mellado hasta el Restaurant de Bruno Zarramella, donde lee los periódicos locales y nacionales. Un ligero temblor mueve su mano,mas no su espíritu. Recuerda y nombra a Juan Pablo II y a Casius Clay, compañeros de enfermedad. Es un portento de Dignidad Humana cuya presencia celebramos una y otra vez.
SIMPLEMENTE ALÍ…



domingo, 7 de mayo de 2017

WILCHO CASTILLO VIVE EN EL RECUERDO

El 2 de diciembre de 1945, mientras los escolares desfilábamos en celebración  de “El Día de la Patria”, el matrimonio de los merideños Rosa Rujano y Jóvito Castillo celebraba el nacimiento de su tercer hijo, a quien dieron por nombre Wilfrido Wilkirio. Nació en la casita que ocupaban en la calle Bermúdez. En Maturín  habían nacido Freddy – hoy medico traumatólogo, residenciado en Mérida-, y Harley, constructor y comerciante, graduado en México. También aquí en este San Juan de los Morros de nuestra irrenunciable querencia, nació Neiba, ingeniera.
Wilfrido fue llamado desde niño Wilcho. Así se quedo entre amigos, que muchos tuvo, este hombre que rindió culto a la familiaridad y a la amistad.
Wilcho estudio en el Liceo Roscio, uno de sus grandes orgullos. Egresó de la Universidad  de los Andes con el título de arquitecto y en Inglaterra estudio Planeamiento y Desarrollo Regional. Fue amante del coleo, ocupo cargo directivo en Liga y Asociación   y compartimos responsabilidades en organización de Campeonatos Nacionales que tuvieron como sede a la capital del Guárico.
Con ese ser excepcional  compartimos pasión por los libros. Nos obsequio varios, con fraternal dedicatoria. Compartimos también viajes a Mérida y momentos irrepetibles con nuestro común amigo Don Alexis Montilla, genio creador de “Los Aleros”, “La Venezuela de Antier” y “ La Montaña de los Sueños”. Tuvo estrecha amistad con el escultor y profesor de la ULA Manuel de la Fuente, y con el poeta guariqueño Ángel Eduardo Acevedo.
Wilcho amo entrañablemente a San Juan de los Morros- soñaba una gran obra para el turismo, y y tuvo la feliz oportunidad de recibir el encargo del gobernador Eduardo Manuitt, para diseñar y ejecutar La” Villa Olímpica”, construida en tiempo record para cumplir el compromiso de los ” Juegos Llanos 2007”, obra lamentablemente en inexcusables condiciones por la indolencia muy propia de quienes  ejercen cargos sin el menor  sentido de pertenencia, sin apego, sin afecto, sin raigambre por la ciudad ni por el estado. Muchas instalaciones quedaron inconclusas y ningún  administrador  ha tomado la iniciativa de concluirlas. La piscina lleva varios años destruida y, la vigilancia nocturna no existe. Una lástima. Una vergüenza. Los locales del área rental  de la Manga de Coleo son una y otra vez victimas del hampa incluido el Banco de Venezuela allí instalado.
Wilcho fue un gran conversador. Hablaba y escuchaba. Muy reflexivo. Muy corticales sus  actos. De su mano fuimos  muchas veces  a los encuentros y reuniones  del Colegio de Arquitectos, aprendimos de todos ellos y alzábamos nuestra copa con sus copas. Irrepetible.
Dos hijos tuvo Wilcho  de su matrimonio con Carlota: Fernando Alonso, egresado de la Universidad Simón Bolívar en ingeniería, culminada su maestría, en curso el doctorado, Y Andrés Felipe, medico, cirujano, residenciado en Nueva York, con  licencia para ejercer en los Estados Unidos. Brillantes como el padre, como todos los Castillo- Rujano.
Wilcho se nos fue de infarto fulminante el 7 de junio del 2014. Nos dejo la Villa Olímpica, el Plan Rector- Pedul- de desarrollo local de su ciudad natal, en el cual nos dio una vez más la generosa oportunidad de participar con nuestras opiniones.
Y nos dejo el buen  recuerdo  del gran amigo, cuyo rostro sonriente a veces vemos sobre el Pariapán, desde la puerta de nuestro rancho, donde tantas veces compartimos con Ali Almeida, Pablo Castro, Manuel Sarmiento y otros muy contados amigos.

Para nosotros Wilcho vive. En sus hijos, en sus obras y en nuestro recuerdo.

FOTO 1: Vista aérea de la Villa Olímpica
FOTO 2: Wilcho con Alexis Montilla
FOTO 3: Wilcho  





miércoles, 3 de mayo de 2017

LA TECNICA: CIELO ABIERTO PARA EL VUELO DE LOS SUEÑOS



Argenis Ranuárez Angarita
Alumno y profesor de la Institución





Una constante en nuestra vida de afectos, experiencias, estudio y trabajo. Muchos recuerdos buenos y grandes satisfacciones, eso y más es para nos, la “Escuela Técnica Industrial General Pedro Zaraza”, hasta hace poco Ciclo Diversificado, creada en 1959 con el nombre de “Escuela Industrial San Juan de los Morros” y llamada durante medio siglo “La Técnica”.
Comenzaba la agitada década de los sesenta. Llegamos como “asilados”. Luego del golpe que el gobierno de Betancourt dio a quienes participábamos en la subversión, con la llamada “Ley de Repitientes”. En el liceo Roscio compartimos dos años con la muchachada del pueblo, en su mayoría conocidos, de padres amigos de nuestros padres, con posibilidades de cantina, zapatos “super” y  y hasta “tres coronas”.Era la llamada clase media. En LA TECNICA estaba la pobresía y allí afinamos nuestra sensibilidad social. Para siempre quedaron en el recuerdo bueno, Timoteo Páez, Manuelito Márquez, Pescuezo  el de Guiripa, Manuel  María Jiménez y el camarada asesinado a culatazos de fusil en la policía, El Chino  Ojeda. Allí conocimos a los alumnos fundadores, entre ellos Pepita Baloa, Roger Ruiz,Galía y Tito Sierra, graduados en Instalaciones Sanitarias.
En la Técnica cambió nuestra vida. Estábamos muy cerca de muchachos venidos de todos los rincones del Guárico y de los estados vecinos. Gente de un solo apellido, de alpargatas, manos curtidas por el duro trabajo siendo apenas unos adolescentes. Muchos, casi unos niños, con las miradas tan largas como sus sueños. Todo ellí era diferente, la planta física, un galpón central donde estaban los talleres de carpintería y ajustaje, una casa con cuartos convertidos en aulas y un taller mecánico entre la avenida y el monte, con recién adquiridos equipos de corte, soldadura, prensa y tornos. La institución era dirigida por un chileno llamado Sergio Muñoz Bozán, quien tuvo éxito en  la nada fácil tarea de ser timonel en esos azarosos días de “cuba si, yankis no”, “fuera Nixón”, o “muera Rómulo”.
En la Técnica, vieja sede, hoy Poliguárico, conocimos profesores de paciencia infinita como Leopoldo Hernández; perfecto manejo del idioma como Rafael Osuna; reció carácter como Luis Castillo, capacidad artística como Angel Riazuelo; devoción infinita como Beatriz Hernández, genio, creador como Giovanni Marchini, entre muchos otros. En esa Escuela aprendimos a fabricar sillas, mesas, chavetas y dados. Tarazona no podrá olvidársenos nunca. Ni Olmeta, ni Castillote ni Corrales. La mecánica nos había interesado desde niños, cuando íbamos al taller del tío Chicho Balza a “lavar tuercas”, para ganar cinco bolívares semanales. En la Técnica nos entregamos con pasión al aprendizaje y participamos en el proceso de construcción de un carrito con ruedas de carretilla y motor de bomba de agua, de medio caballo, con cadena de bicicleta, en el cual Cunegundo Cuna su propietario, se fue a El Tigre, en Anzoátegui, en viaje de cuatro días. Participamos también en la puesta en marcha de los diez vehículos que nos donó el gobierno para practicar. Los buscamos en un estacionamiento en Los Teques. Entre ellos vino un viejo autobús REO, que los hermanos Ranses y Chipilo Guzmán, llamados desde siempre con su anuencia “Los Motorota,” dejaron como nuevo, bajo la dirección de nuestro maestro de mecànica automotriz, profesor Domingo Yanez y Hector,  su hijo y ayudante, barquisimetanos y evangélicos que viajaban cada viernes. Con ellos aprendimos a reconstruir, restaurar y a reparar, pasión que desde entonces nos anima ,mientras el cuerpo no se rinda,en homenaje permanente a esos maestros.
              
En esa escuela conocimos gente excepcional como Loreto y Benito, llamados entonces bedeles sin que les provocara enojo    ese tratamiento, como hoy a muchos.- Eran humildes, nobles y desprendidos. El chofer del autobús era el señor Zapata, fallecido el año pasado. Jamás conocimos a nadie con tanta tolerancia. Bueno por noble, como todos en esa escuela, donde íbamos con nuestras bragas azules y nuestros sueños de patria libre y de pobres redimidos. En la finca LOS MAMONES, donde hoy están las Urbanizaciones PASO REAL y DOÑA ELVIRA, probábamos la bombas que fabricabamos  bajo la dirección de un chiquitico que vino desde Puerto Ayacucho, hermano de comandante guerrillero, llamado Pedrito Mariño Suzarini.  Conocimos a un varòn llamado ITALO NAVAS, profesor años mas tarde en el Liceo Roscio nocturno. Fue en verdad, un cielo abierto para echar a  volar nuestros sueños.
En ese plantel- con sede propia en la avenida Luis Aparicio desde 1965,- iniciamos nuestra experiencia en la docencia. Jamás olvidaremos nuestro primer día, en septiembre del 68, con alumnos de casi nuestra edad como Rafael Del Nogal y de nuestra edad como los hermanos Acero de Cagua. Teníamos veintiún años y confundíamos para entonces, ganas con entusiasmo. Los años transcurridos de ayer a hoy, nos enseñaron la diferencia. Desde entonces decimos ganas, solo cuando el cuerpo pide. Daba gusto ver a la alumna de Maquinaria Pesada Yolanda Rojas, reparando un D7. Años mas tarde, la vimos casada con el profesor Aguilera, Presidente del Colegio de Peritos de Venezuela, fallecido hace poco, tras penosa enfermedad. Trabajamos con directores de la talla de Jesús Magdalena Cuevas, Felipe Zerpa , Ildemaro Camaripano y con Alide Hernandez . Fuimos editores de la primera obra literaria de Zerpa, LOS ESCRITORES TAMBIEN SE SUICIDAN. Allí, estuvimos hasta el 77. Dictamos matemáticas, castellano, Literatura, geografía económica, historia y geografía de Venezuela y Psicología. Nos iniciamos en la Industrial, y nos despedimos  con Ciclo Diversificado, con el honor de ser padrino de Promoción. Nos reencontramos con antiguos maestros nuestros. Con  compañeros de estudios allí, como Neptalí Ramirez y Jonny Sánchez. Conocimos gente noble como Marina, Carmen Ofelia, Gladys, Raquel ,Desiderio, Juan Sanchez. Conocimos al actor Alejo Felipe, Jefe del Departamento de Sociales. Nos correspondió animar festivales, organizar comparsas, promover reencuentros y participar en competencias. Fueron años de vida intensa, de aprendizaje constante. Cuando la desgracia tocó nuestra puerta, víctima de la persecución política por nuestras ideas e inquebrantable actitud contra la corrupción, sentimos la inenarrable emoción de los estudiantes de la Técnica gritando nuestro nombre, pidiendo nuestra libertad, clamando justicia y reclamando nuestra presencia en aquellas aulas de una escuela que quedó para siempre en nuestra vida como templo de amor, donde nos enamoramos para siempre de una mujer, de un oficio y de una profesión. Esa Institución que  celebra medio siglo, cambio para siempre nuestra visión del mundo. Cuando pasamos por la avenida y vemos a la muchachada bajo los frondosos árboles que plantamos con nuestros alumnos de primer año I el día del árbol del 69, experimentamos el placer de ese lugar, ese tiempo, esa gente, esos sueños y esa  siembra. Cuanto y cuanto ha dado ese  plantel a Venezuela, a lo largo de este medio siglo, para hacer verdad incuestionable, la latina expresión inscrita en el Escudo diseñado por nuestro maestro Giovanni Marchini: LABOR LAETITIA NOSTRA.   




21 de Mayo del año 2009. Palabras pronunciadas en el Acto Central de los 50 Años de la Institución